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sábado, octubre 18, 2025

Encontrar el equilibrio a través de todo el espectro de emociones


Encontrar el equilibrio a través de todo el espectro de emociones

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“Como la roca sólida no es sacudida por el viento, así los sabios no son sacudidos por la alabanza o la censura”. ~El DhammapadaVerso 81

Algunos momentos te elevan como la luz de la luna. Otros te rompen como una ola. He vivido ambos y he llegado a creer que la forma en que atravesamos estos umbrales emocionales outline en quiénes nos convertimos.

Por umbralesMe refiero a los puntos de inflexión en nuestras vidas: experiencias tan vívidas, dolorosas o llenas de asombro que nos sacan de nuestras rutinas habituales y nos ponen cara a cara con algo actual. Algunos llegan en silencio, otros con sonido y luz, pero todos dejan huella. Y nos piden algo.

La noche que cantaban las ranas

Hace años, estuve en San Ignacio, Baja California Sur, un pequeño pueblo ubicado en medio de un vasto y duro desierto. Pero este desierto ocultaba un secreto: un río alimentado por un manantial que serpenteaba silenciosamente entre espesos juncos y bosques de imponentes palmeras.

Una noche caminé solo junto al agua. La luna llena iluminó todo de plata. El pueblo dormía, pero las ranas estaban completamente despiertas (miles de ellas) y sus voces llenaban la noche.

Parecía un millón. Un coro fuerte e imparable que se eleva hacia el cielo, como si estuvieran cantando a los dioses del cielo.

Los insectos danzaban en el aire como chispas. El río brilló. Me quedé en silencio, escuchando.

Y entonces, algo en mí se levantó.

Mi respiración se hizo más lenta. Mis pensamientos se detuvieron. Me sentí libre, presente, ligera, completamente dentro del momento.

Sentí que podía volar.

No en la fantasía, sino en mi cuerpo. Como si por un raro instante, el peso de todo hubiera desaparecido. No estaba mirando el mundo. Yo fui parte de eso. Conectado con las ranas, la luz de la luna, el pulso de la vida misma.

Ese fue un umbral que crucé sin saberlo. No dramático, sino sagrado. Un momento de plenitud tan completo que sigue resonando años después.

No todos los umbrales son alegres

Esa noche junto al río period un extremo del espectro. Lo otro es algo mucho más difícil.

Hace poco leí sobre una madre que perdió a toda su familia en el lapso de un año. Su marido murió inesperadamente. Luego su hijo, en un accidente automovilístico. Luego, su única hija sobreviviente fue arrastrada por las inundaciones de Texas.

De un hogar lleno a un silencio insoportable… en sólo doce meses.

No puedo imaginar la profundidad de ese dolor. Pero también lo reconozco como un umbral, un punto a partir del cual no hay vuelta atrás. Una pérdida como esa no sólo hiere, sino que transforma. Altera la forma del tiempo y la identidad. Exige una nueva forma de vida.

Y me recuerda: los umbrales no siempre son momentos que elegimos. A veces nos eligen.

El hombre de la Ermita

También pienso en un hombre que solía ver todos los días en una concurrida esquina de Ermita, Metro Manila. La intersección period caótica: taxis, vendedores ambulantes, bocinazos, niños zigzagueando entre el tráfico. Y allí, al lado del 7-Eleven, había un hombre rodando de un lado a otro sobre una pequeña tabla de madera con ruedas.

No tenía piernas. Sus brazos eran cortos y deformes. Aquella plataforma de madera period su único hogar, su único medio de transporte, su única constante.

No gritó ni suplicó en voz alta. Él simplemente se mudó. En silencio. Presente. Duradero.

Y muchas veces me preguntaba: ¿Cuáles son los umbrales para él? ¿Qué le trae alegría? ¿Qué dolor lleva él que ninguno de nosotros ve?

Su vida me enseñó algo. Que algunos umbrales se vivan todos los días, sin dramatismo, sin ruido. Algunos están tallados en el cuerpo. A la calle. En el acto de continuar, sin importar quién se dé cuenta.

Cada uno de nosotros vivimos en nuestro propio espectro de experiencia. Y su presencia me ayudó a reconocer que mis propias alegrías y luchas no existen aisladas: conviven junto a muchas otras, igualmente profundas e igualmente humanas.

El espectro emocional por el que todos nos movemos

Estas tres historias (la noche de las ranas, la pérdida de la madre, el hombre de Ermita) pueden parecer no relacionadas. Pero no lo son.

Todos son umbrales.

  • Uno es un umbral de asombro.
  • Uno es un umbral de dolor.
  • Uno es un umbral de resiliencia silenciosa.

Representan diferentes puntos del mismo espectro emocional. Y cuanto más reflexiono, más entiendo que todos nos movemos a lo largo de ese espectro: de un lado a otro, una y otra vez.

Lo que realmente significa el equilibrio

A menudo se nos cube que busquemos el equilibrio. Pero no creo que el equilibrio signifique una neutralidad tranquila o evitar los extremos emocionales.

Para mí, el equilibrio es la capacidad de permanecer firme. mientras siendo estirado. Para recordar la alegría incluso en el dolor. Mantener la quietud incluso cuando la vida es ruidosa. Sentirlo todo y no cerrarse.

La sabiduría no es la ausencia de intensidad. Es la voluntad de quédate con lo que sea que te depare la vida, y sigue caminando.

Escribir ha sido mi forma de mantenerme firme.

La terapia me ayudó a encontrar las palabras. Pero escribir me dio un lugar para vivirlos. Me ayuda a recordar lo que sentí y a comprender lo que significó. Así es como hago las paces con el pasado. Así es como me acerco hacia algo completo.

Cuando escribo vuelvo a aquella noche de San Ignacio. También vuelvo al hombre de Ermita y a los innumerables umbrales que he atravesado silenciosamente, algunos con alegría, otros con dolor.

Escribir me ayuda a permanecer en lo actual, incluso cuando es difícil. Especialmente cuando es difícil.

Una invitación para ti

Quizás hayas tenido tu propia versión de esa noche del río: un momento inesperado de belleza o claridad. O tal vez estás sentado en un umbral que no elegiste: dolor, miedo, cambio, incertidumbre. Quizás estés sobreviviendo en silencio, como el hombre de la tabla de madera.

Dondequiera que estés en el espectro, quiero decir esto: los umbrales que atravesamos no nos debilitan. Nos moldean. Nos despiertan. Nos enseñan presencia, no perfección, si elegimos permanecer con nuestra experiencia, incluso cuando duele.

Si estás escribiendo, reflexionando o simplemente respirando todo esto, ya estás en el camino.

Y ese camino algún día los llevará a otro umbral en algún otro lugar del espectro. Así que mantente abierto a cada momento transformador y deja que te transformen en alguien más vivo, más resiliente y más equilibrado.

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